El pasado julio cumplí un sueño: visitar algunos de los telescopios más importantes para la astronomía mundial en el norte de Chile, una región reconocida por tener las mejores condiciones para la observación astronómica terrestre. Fue un viaje que me hizo contemplar la astronomía como una empresa humana tan vasta como el cielo mismo, y me dejó mirando los cielos de mi propio país con asombro renovado.
Eso fue posible gracias a que fui seleccionado como uno de los diez embajadores del programa Astronomy in Chile Educator Ambassadors Program (ACEAP), una colaboración entre Associated Universities Inc. (AUI) y Association of Universities for Research in Astronomy (AURA) y los telescopios que manejan en Chile que son parte de NOIRLab y NRAO/ALMA. Como primer uruguayo en participar de este programa, compartí la experiencia con astrónomos, educadores y artistas de Chile, Estados Unidos, Puerto Rico, Francia, España e Italia.

El objetivo del programa es formar en comunicación sobre las instalaciones astronómicas de Estados Unidos en Chile, a través de un programa intensivo que incluyó charlas sobre las distintas instituciones que hacen posible la investigación astronómica y visitas a varios telescopios de primer nivel. Entre ellos, el Observatorio Interamericano del Cerro Tololo, que alberga el emblemático telescopio Víctor M. Blanco; los telescopios Gemini Sur, SOAR y el nuevo Vera C. Rubin en Cerro Pachón; y el Atacama Large Millimeter-submillimeter Array (ALMA), ubicado en el desierto de Atacama.

Ya de vuelta en Uruguay, me encuentro en mi escritorio editando fotos y videos del viaje, dándole rienda suelta a la creatividad mientras escribo el guión de un video resumen que estimo publicar a fines de agosto o principios de setiembre. Si querés enterarte cuando lo lance, suscribite a mi lista de correo o a mi canal de YouTube.
Mientras tanto, la semana pasada viajé a Montevideo para tomar un café con Álvaro y Camila, de la Embajada de Estados Unidos en Uruguay. La Embajada apoyó mi participación en el programa, así que estaban entusiasmados por saber cómo me había ido. Entre charlas, Álvaro me hizo una pregunta sencilla pero profunda: ¿cuáles fueron tus tres aprendizajes del viaje?
Las respuestas llegaron como revelaciones espontáneas a lo largo de la expedición, y hoy quiero compartirlas con vos, antes de que se esfumen del borrador de mi memoria.

La astronomía en Chile (y el mundo) es un esfuerzo colectivo
Una de las cosas que más me impactó fue darme cuenta de la magnitud de las inversiones que se han hecho en astronomía en Chile. Y no hablo solo desde el punto de vista económico, sino también del tiempo y el esfuerzo que se ha dedicado a hacer que la astronomía prospere en uno de los lugares más inhóspitos de Sudamérica. Un capricho justificado, pues solo ahí —y en un par de lugares más en la Tierra— se dan las condiciones auspiciosas para la observación astronómica: planicies en altura, clima seco, oscuridad natural de la noche y accesibilidad.
Pienso una y otra vez en el radiotelescopio ALMA. Con su sitio de operaciones del conjunto de sesenta y seis antenas móviles a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, y su centro de apoyo a operaciones a más de 2.900 m.s.n.m. —que incluye una residencia, un centro médico y un complejo deportivo de primer nivel—, es simplemente inspirador pensar que todo eso empezó de cero como una idea en un papel y se fue construyendo hasta convertirse en el proyecto astronómico más ambicioso de la Tierra. Para que proyectos así prosperen, es necesario el esfuerzo conjunto entre países, organizaciones y comunidades. Y en un mundo que nos lleva, quizá sin quererlo, hacia la soledad, esta realización me hace valorar aún más a la astronomía.

Ver cómo en estos observatorios trabaja gente de distintas partes del mundo, conviviendo en un entorno tan extremo como el desierto de Atacama, fue conmovedor. Astrónomos, ingenieros, técnicos, operadores, guías, cocineros, personal de limpieza… cada persona tiene un rol fundamental. Y no se trata solo de ciencia, sino de comunidad: nadie trabaja solo. El conocimiento avanza gracias a esa colaboración constante, ese espíritu colectivo que une culturas muy distintas en torno a una misma pasión: entender el Universo… y, en definitiva, nuestra propia naturaleza.

Lo que sembramos en la infancia puede florecer de formas inesperadas
Algo que se repitió mucho entre charlas fue esto: la vocación de muchos de los que nos dedicamos a la astronomía —ya sea desde lo académico, lo técnico o lo artístico— nació en un momento muy simple. Ver Saturno con un telescopio cuando éramos chicos. Una visita a un planetario. Un libro de astronomía regalado por alguien querido. Esas experiencias tempranas pueden marcar un rumbo. Por eso, más allá del privilegio de haber vivido esta experiencia, me quedó un impulso muy fuerte: compartirla con niñas y niños que están en edad de descubrir su camino. Porque nunca sabemos qué chispa se puede encender en alguien cuando le mostramos el cielo. Si representás a una institución escolar o liceal y te interesa organizar una actividad conmigo, no dudes en contactarme.
Allá arriba, donde el cielo está más cerca, pensé mucho en mi abuelo materno y en la herencia que nunca supo que le dejó a su nieto, nacido tres años después de que él partiera prematuramente a los cincuenta y seis años. Telescopios, binoculares y catalejos guardados durante veinte años en un altillo, esperando inspirar a un adolescente curioso y apasionado. ¿Se imaginan las charlas que habríamos tenido a mi regreso de Chile?

Uruguay tiene cielos espectaculares… si los cuidamos
Puede que esta revelación esté un poco sesgada, porque tengo mucho aprecio por los cielos de mi país —sobre todo del interior profundo. Pero creo estar en una posición lo bastante experimentada como para decir que en Uruguay hay lugares donde el cielo, a simple vista, puede ser tan impactante como en el norte de Chile.
Mis ojos se maravillaron con las estrellas en el desierto de Atacama tanto como en las quebradas del norte uruguayo, entre Tacuarembó y Rivera.
Entonces, ¿por qué no hay observatorios de clase mundial en Uruguay si todavía contamos con oscuridad natural? La respuesta está en la humedad y en nuestra atmósfera.
La humedad es uno de los grandes enemigos de la astronomía. En telescopios ópticos, el vapor de agua dispersa y absorbe parte de la luz que viene del cielo nocturno, lo que reduce la nitidez y el brillo de las imágenes. También genera turbulencias que hacen que las estrellas titilen. Para el ojo humano eso puede ser romántico, pero para un telescopio es una pesadilla, porque borra detalles sutiles que queremos estudiar. En radiotelescopios, el vapor de agua absorbe ciertas ondas de radio y además emite su propia radiación, como si le metiera ruido a la señal. Por eso los grandes observatorios se ubican en zonas altas, secas y estables, donde la atmósfera molesta lo menos posible.
Así que tal vez Uruguay no sea el lugar ideal para instalar instrumentos astronómicos de gran escala, pero sí tiene los condimentos que se precisan para desarrollar una forma de turismo que ya empieza a crecer: el astroturismo.

Es una rama que se ha desarrollado de forma natural cerca de los grandes observatorios de Chile —como en La Serena, Vicuña o San Pedro de Atacama—, pero que también está floreciendo en regiones de Uruguay como Cabo Polonio, el Valle del Lunarejo o las sierras de Minas, que no tienen nada que envidiar a esos destinos cuando se trata de ofrecer una experiencia inolvidable bajo las estrellas.
Para que Uruguay se consolide como un destino internacional de astroturismo, es clave que actores públicos y privados redoblen esfuerzos. No solo hay que diseñar experiencias con base científica e inspiración creativa, sino también proteger nuestros cielos mediante políticas de alumbrado respetuosas del entorno. Todo eso ya empezó a pasar, y soy optimista: en un futuro cercano, Uruguay será reconocido como uno de los mejores lugares del mundo para mirar las estrellas.
Más sobre el programa ACEAP
Si creés que tenés el perfil para una futura cohorte de ACEAP —o conocés a alguien que lo tenga— visitá y compartí astroambassadors.com
5 comentarios
Felicitaciones 👏 👏 👏 Fefo me encantó todo lo que leí. Qué sé cumplan. todos tus sueños tus deseos ✨️ 🙌 tus proyectos te lo mereces todo. Tú eres un ser de luz ✨️ besos..
Realmente me sigo asombrado por tus logros. Fuiste un alumno sumiso , tranquilo. Mucho me alegra que hayas podido concretar tus deseos y seguir con entusiasmo
Me encantó leerte, ya estaba extrañada que no publicaras nada sobre tu experiencia.
Me imagino lo que sentiste, aunque, se, me quedo corta.
Super interesante tu explicación del porqué no sé podría instalar en Uruguay, cuando tenemos hermosos cielos, en todos los lugares que comentaste, me enorgullece que valores nuestras áreas protegidas, aún, faltando más lugares para proteger. Te mando un abrazo enorme, y mis mejores deseos para tu enorme trabajo y pasión. 😊
Que lindo todo lo que contas de tu experiencia!! Ojalá que no perdamos en Uruguay la capacidad de maravillarnos de nuestro cielo y podamos seguir disfrutándolo sin tanta contaminación lumínica. Ojalá que la gente se de cuenta de que no es sólo un eslogan Uruguay Natural y exijamos a nuestros gobernantes que preserven las áreas naturales por sobre todo. Gracias por compartir y por pensar en educar a los niños en la conservación de nuestros cielos!
Tus experiencias inspiran y animan, a quienes estamos siempre mirando el cielo y reconociendo constelaciones, a que en nuestro Uruguay el cielo aún se puede disfrutar “a simple vista” gracias infinitas,Salú desde el cielo olimareño