¿Qué son estos enigmáticos montículos de piedra esparcidos por todo el cerro? ¿Quiénes los apilaron? ¿Con qué propósito? ¿Acaso se trata de apachetas indígenas? Son solo algunas de las preguntas que Adriana y Gustavo se hicieron veinte años atrás, cuando compraron las tierras del Valle del Hilo de la Vida y pasaron a ser sus guardianes. Esta pareja de médicos trasladó su vida de la ciudad a las sierras, y hoy dedican la mayor parte de su tiempo a proteger este sitio arqueológico, atender su ecolodge y recibir a visitantes curiosos —como nosotros— que buscan conocer las petroconstrucciones.
Petroconstrucción en El Valle del Hilo de la Vida y la Vía Láctea © Fefo Bouvier
Tuve mis dudas en cuanto a recomendar este establecimiento como uno de los mejores para ver las estrellas. El cielo nocturno allí está clasificado en 4 según la Escala de cielo oscuro de Bortle (el límite que me propuse como máximo admisible para este proyecto). La brillante ciudad de Minas está solo seis kilómetros lineales. De todos modos, me dispuse a visitarlo y decidir luego.
La expedición
Cuando los contacté para coordinar una visita, Adriana me preguntó por la Luna. Ella estaba al tanto de que el mejor momento para ver el cielo es durante la Luna nueva, cuando ésta no ilumina la atmósfera. Me alegró que lo supiera. Teniendo en cuenta eso pactamos la expedición para mediados de julio. Me asistió mi compañero, Pablo Silveyra.
Aunque llegamos más temprano de lo previsto, Gustavo dejó el trabajo de mantenimiento que estaba haciendo para recibirnos. Enseguida tomó un par de libros, algunas fotografías y, a modo de introducirnos al misterio de las petroconstrucciones, nos comentó varios datos interesantes. Listo algunos:
- liquen que crece en su superficie. Las características de las colonias son lo que le permitieron a una científica determinar (por comparativa con otras) que estos vestigios datan de un período anterior a la época colonial.
- También poseen fragmentos de cuarzo ubicados en forma de espiral desde la base hasta arriba. En la cúspide, tienen (más bien, tenían) una gran piedra de cuarzo chata. Alguien les comentó que civilizaciones antiguas usaban el cuarzo para anular el punto positivo y evitar que «caigan» rayos.
- No son únicos de esta zona. Se han encontrado a lo largo del todo el territorio uruguayo. Los hay también en otras partes del mundo.
Petroconstrucción en El Valle del Hilo de la Vida y la contaminación lumínica de Minas y alrededores visible en el horizonte © Fefo Bouvier
Son muchas la teorías que surgen, pero certezas, pocas. Y eso es algo en lo que hizo hincapié Gustavo. Conversamos sobre las dificultades de reunir a un equipo multidisciplinario para estudiarlos, de lo bien que se han conservado algunos a pesar del tiempo y de sus inquietudes sobre el futuro del valle. Si hay algo que me quedó claro es que ellos se toman el trabajo de guardianes muy en serio, sin dejar de mantenerlo accesible para todo aquel que quiera curiosear. Eso sí, le han frenado el carro a alguna que otra persona que intentó sacar provecho económico manipulando a la gente con el misticismo. Esto no quita que ellos consideren que el valle es un sitio sagrado.
El día uno lo dedicamos a explorar el paisaje, conocer más sobre su historia y planificar el relevamiento fotográfico nocturno. Siempre bromeo con que este es como un trabajo de campo: de sol a sol, solo que al revés. A poco del atardecer juntamos nuestros equipos, nos abrigamos y abandonamos la calidez del ecolodge para nuestra primera sesión de astrofotografía. Afuera, ocho grados celsius y disminuyendo. Ola polar, decían las noticias. Nosotros con la nariz roja, pero felices. La baja temperatura y la poca humedad nos brindaban las condiciones ideales para asegurarnos una atmósfera prístina. La buena suerte nos acompañó durante toda la expedición...
El acceso al valle está cruzando la calle. Una portera añeja de madera de eucalipto, repleta de líquenes, te da la bienvenida. Una belleza. Abrir esa puerta, pasar y cerrarla, tiene su magia. Dijera Gustavo, «es como entrar a un templo». La falda del cerro, donde se encuentran los montículos, tiene forma de anfiteatro griego, con su punto central mirando hacia el suroeste (esto es claramente visible en GoogleMaps). No es extenso, se puede recorrer en menos de una hora. Los primeros metros son guiados por el propio «hilo de la vida», una cañada de agua cristalina que aflora del mismo cerro. Las cascaditas se encargan de musicalizar el paseo. Enseguida, para aquellos que tienen visión aguda, los conos más grandes son visibles en la pendiente del cerro.
Vista de la falda del cerro del Valle del Hilo de la Vida por la noche © Fefo Bouvier
Mientras caía la noche, preparé el equipo para fotografiar la más icónica de las construcciones (la primera foto en este artículo). Sabía que si apuntaba al este, aparecería el centro galáctico por encima de ella una vez oscuro. Me acerqué al suelo para destacar algunas de las piezas que sobresalen de sus más de tres metros de diámetro. Aproveché los tiempos de la fotografía para mirar el cielo, especulando sobre la identidad de estos antiguos constructores y los motivos que los llevaron a crear semejantes estructuras. Mirar las estrellas es de por sí una práctica fantástica. Sin embargo, hacerlo en un lugar tan enigmático ofrece condimentos extra para la imaginación. Y eso me encanta.
Al cabo de unos minutos estábamos en modo «visión nocturna», con las pupilas bien dilatadas. La Vía Láctea se veía con claridad. Entonces me di cuenta de que podía ver detalle en el paisaje, por más que no había ninguna fuente de luz directa en los alrededores. Miré para atrás —al noroeste—, y noté una cúpula de luz en la atmósfera que ascendía tras las sierras: la contaminación producida por la dispersión de las luminarias callejeras de Minas. La verdad es que no eran buenas noticias para la fotografía, pero cuando miré para arriba y vi que el cielo seguía siendo un espectáculo, decidí incluir esta expedición al proyecto. Sé que cualquiera de ustedes elegiría este sitio para pasar un rato viendo las estrellas.
Una petroconstrucción en lo alto del cerro y, a lo lejos, la ciudad de Minas © Fefo Bouvier
La ciudad de Minas de noche, capturada con un teleobjetivo desde el cerro del Valle del Hilo de la Vida © Fefo Bouvier
Continuamos caminando cuesta arriba. Adriana nos había indicado que en la cima había otro cono en muy buen estado y nos daba curiosidad. No sé si fue porque no lo esperábamos o porque ya estábamos acostumbrados a la oscuridad, de repente, allá abajo, a lo lejos, la ciudad de Minas brillando entre cerros nos impactó. Era una vista espectacular. Suena contradictorio, pero una cosa no quita la otra.
Estábamos parados a poco más de trescientos metros sobre el nivel del mar, el doble que la ciudad. Cuando Charles Darwin visitó Minas escribió:
"…se ubica en una pequeña planicie rodeada de colinas rocosas muy bajas, aunque un habitante de las pampas sin dudas vería en ellas una región alpina."
27 de julio de 1832
Dándole la espalda a la ciudad, las Nubes de Magallanes (un par de galaxias vecinas) se veían clarito. La nebulosa Saco de Carbón, una nebulosa oscura en la constelación Cruz del Sur, era bien visible a simple vista como un parche oscuro en la Vía Láctea. Una larga exposición en cámara relevó airglow rojo asociado a ondas gravitacionales, como bandas rojas a lo largo del cielo. Logré captar todos esos elementos en una única foto. Si de algo sirvió la contaminación lumínica de Minas, fue para iluminar la pila de rocas.
Una petroconstrucción, las Nubes de Magallanes, la nebulosa Saco de Carbón en la Cruz del Sur y airglow rojo © Fefo Bouvier
Eran las nueve de la noche y empezábamos a perder la batalla contra el frío. La temperatura, dos grados por debajo del cero. Aún así dedicamos unos minutos más a contemplar las estrellas y el paisaje desde lo alto, porque sabíamos que más abajo, Adriana nos esperaba con un plato de comida calentita.
Qué hacer durante el día en el Valle del Hilo de la Vida
Además de una visita guiada por el sitio arqueológico, podrás dedicarte a explorar el lugar por tu cuenta. Vas a encontrar cursos de agua de manantial cristalina, bosques galería, vistas panorámicas y hasta una antigua cantera de piedra laja (hoy en desuso).
A 45 minutos en auto está el Parque Salto del Penitente, un paseo imperdible si andás por Lavalleja.
Cómo llegar
La entrada está ubicada sobre el kilómetro 346 de la ruta 12, a tres kilómetros al sur de Minas. De ahí son cinco hacia adentro por un camino vecinal en perfecto estado.
Cuándo ir y dónde quedarse
El Valle del Hilo de la Vida se puede visitar a lo largo del año, previa coordinación con Gustavo y Adriana. Es un lugar accesible para todos, aunque no olvides que es una propiedad privada. Intentar acceder sin permiso sería de mala educación y los pondría a ellos en alerta. Por favor, antes de ir, coordiná tu visita a través de este enlace.
Si está dentro de tu presupuesto, recomiendo mucho pasar la noche en el ecolodge. Sino igual podés coordinar con ellos para extender tu visita por el día hasta entrada la noche sin problemas. Ofrecen todas las comidas, caseras y deliciosas.
A tener presente
El Valle del Hilo de la Vida es un sitio arqueológico y cuenta con normas para la preservación. Gustavo se encargará de que las sepas. Por favor, respetalas.
Espero que este artículo te sea de utilidad para planificar tu visita. Si tenés alguna duda, escribime en los comentarios.
7 comentarios
Gracias por el artículo.
Que buena data! Ya quiero ir. Gracias por compartir!!!
Hermoso lugar, es mágico realmente!!! La energía del lugar y sus anfitriones son inigualables. Gracias a Gustavo y Adriana por cuidar ese especial lugar, protegerlo y compartirlo con quienes lo visitamos.
Saludos, Victoria y Gustavo.
Maravilloso lugar y la sensación de sentirte fuera del tiempo gracias al silencio que te rodea.
Un lugar hermoso que te atrapa, la naturaleza a tus pies, los montículos de piedra y mucha energía positiva. Sumado a la calidez de sus anfitriones y platos muy ricos para degustar.